Nosotros, lo decimos en dos palabras… y sólo estás contienen la misma fuerza cual hechizo. Si las dices cuando no debes decirlas serás victima de lo que pueden provocar, porque, al contrario de lo que nos pueda parecer, inducen a la repulsión, a pesar de tener una gran correlación con el amor… Si te lo dice alguien del que no estás enamorado impedirá cualquier futuro acercamiento hacia esa persona. Pero… ¿qué es lo que tiene que tanta repulsa provocan? No nos despiertan ningún sentimiento de alegría, solo nos provocan pavor y temor, empezamos a buscar miles de inconvenientes y comenzamos a sentir desprecio hacia la persona propietaria de la boca de la cual brotaron, ya que vemos a ese individuo a nuestra merced, sumido en la sumisión, y destruye todo el posible misterio que pudiera rodearle. Pasa de ser como tú, a estar ahí abajo… y su agradable compañía se transforma en una “carga”… que siempre aclama tu constante atención, dándole la bienvenida, incluso, a tus palabras despectivas hacia su persona… haría lo que fuera y lo que no fuera, esperaría junto al teléfono tu llamada horas, días… Si era alguien con quien te apetecía hablar de vez en cuando, dejará de serlo… tendrás que medirte para no hacerle daño… ya que sabes que tu no correspondencia es la causa de su infelicidad… y es insoportable cuando trata de comportarse como si se tratara de tu pareja… y es que… hoy en día… cada vez… se desea tener menos a alguien al cargo, no se quieren más responsabilidades, y ¡¡mierda!!… con ese maldito “te quiero” ya te sientes obligado… es que no le quieres hacer daño porque sabes el dolor que causa no ser correspondido… dejas de llamar, intentas evitar todo cruce, roce…
En consonancia… ya sabrías como apártate de alguien que no te agrada… le dices que le quieres y ¡¡listo!! La mayoría de las veces es efectivo (no es que lo haya probado, pero si nos remitimos a la anterior teoría… no tiene por qué fallar…).
Pero imagínate que te lo dice alguien de quien te has enamorado… el séptimo cielo no tiene altura comparándolo con lo que subes tú… y ahí un ron-ron en tu cabeza “¡¡me quiere, me quiere, me quiere!!”… y claro, empezará la pelea por el “yo te quiero más… no yo… que no, que yo…” (Deja de tener efecto cuando suena a cumplido…).
Pobrecito aquel que de su boca esboza un tímido “te quiero” y no obtiene más que un silencio propio de la no correspondencia… cuando lo único que intentaba era causar el gozo que el sentiría oyéndolo de la persona a quien lo dirige… No hay otra verdad más grande y dolorosa que la del egoísmo del querer. Y es que el que dice un “te quiero” parece no conformarse sólo con esto… te quiere a todas horas, quiere tu cuerpo, tu mirada, tu atención, tu tiempo… y ¿qué te queda? El amor del otro ¿Qué ni te lo has buscado? ¡Vamos ya! Igual que si te toca una moto en un sorteo de los del Carrefour… ¡¡es que no me gustan las motos!!… pues ya te han amolao, porque te tienes que molestar en buscar a alguien que te la compre…
En conclusión: Es que no hay que dar lo que no te piden… tú figúrate… ¡Ah! ¿Qué es que me quieres? ¡Vaya, pues es que no me es necesario! ¿Por qué no quieres a Jacinta, que anda falta de amor?
Y es que… si quieres a alguien es mejor no decírselo, debe de haber mil maneras de mostrarlo sin abrir la boca… ya que, por naturaleza… y por muy tonto y absurdo que nos parezca, el ser humano, así de atrofiado es… desea aquello que no puede conseguir… ¡¡mira que nos complicamos la vida!!
Mientras cierres el pico… ¡¡aún podrás disfrutar!!