Alrededor del 1450 al sobrino de Alonso de Fonseca (el arzobispo de Sevilla) le nombraron arzobispo de Compostela. Por aquella época había mucha agitación en Galicia, y don Alonso supuso que a su sobrino le costaría mucho tomar posesión de su cargo.
Para echarle una mano, se ofreció a ir a Santiago, pero a cambio le pidió que, en su ausencia, él se hiciera cargo del arzobispado de Sevilla. Y así se hizo.
Sin embargo, cuando Alonso de Fonseca regresó a Sevilla a ocupar su puesto, el sobrino dijo que él no se iba. Que el arreglo había sido permanente y que si quería, que se fuera él a Compostela.
Finalmente, y tras la intervención del Papa y del propio rey Enrique, el joven se marchó a Santiago, donde le hicieron preso y fue sentenciado a cinco años de condena por otros delitos. Aún así su carrera continuó y llegó a ocupar los más altos cargos eclesiásticos.
De aquella historia nació el dicho que el que se fue 'de' Sevilla, perdió su silla, aunque el paso del tiempo ha transformado esa preposición en una 'a'.
Para echarle una mano, se ofreció a ir a Santiago, pero a cambio le pidió que, en su ausencia, él se hiciera cargo del arzobispado de Sevilla. Y así se hizo.
Sin embargo, cuando Alonso de Fonseca regresó a Sevilla a ocupar su puesto, el sobrino dijo que él no se iba. Que el arreglo había sido permanente y que si quería, que se fuera él a Compostela.
Finalmente, y tras la intervención del Papa y del propio rey Enrique, el joven se marchó a Santiago, donde le hicieron preso y fue sentenciado a cinco años de condena por otros delitos. Aún así su carrera continuó y llegó a ocupar los más altos cargos eclesiásticos.
De aquella historia nació el dicho que el que se fue 'de' Sevilla, perdió su silla, aunque el paso del tiempo ha transformado esa preposición en una 'a'.
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